Viernes Santo: «No sabíamos que éramos ricos» por Paco Illescas

No, no lo sabíamos. Desconocíamos cuánta riqueza atesorábamos en el devenir cotidiano. Ignorábamos todo lo que la libertad, hoy confinada, ponía a nuestra disposición en el día a día, en la rutina del tiempo que va cayendo, grano a grano, como en el reloj de arena que marca nuestras vidas.

Hoy, en la víspera de nuestra salida procesional, cuando todo debía encontrarse preparado para nuestra presentación anual ante Algeciras, cuando tocaba cumplir con la regla de rendir el culto público a nuestros titulares, todo es secundario.

Quizás en estos momentos, estemos descubriendo la riqueza perdida. La que nos permitía elegir dónde íbamos a disfrutar de la ilusión de un nuevo Domingo de Ramos como un hebreo de la Borriquita, de gozar de una noche abrileña entre los arriates del Parque mientras Jesús suplicaba clemencia en el Huerto de los Olivos, de la explosión de júbilo de un Lunes Santo entre legionarios y el relicario de plata y marfil que va derramando Lágrimas, de volver a pisar los viejos adoquines de San Isidro para mirar cara a cara Al que todo lo puede y reina en la ciudad repartiendo Esperanza, de elegir en qué callejón extasiarnos ante Jesús crucificado en su Buena Muerte o ser parte del pueblo cuando Las Colinas presenta a su Cristo a Algeciras, de caer tres veces y levantarnos ante la presencia de la Trinidad, de abrazar la Cruz camino del Calvario ante tanta Amargura, de sostener la Fe entre el denso silencio de la madrugada, de llenarnos de Misericordia en la noche del Viernes Santo, de sucumbir ante el cuerpo yacente de Nuestro Señor ya solo rodeado de Soledad en la espera de su Resurrección.

La riqueza perdida. El no poder repartir besos y abrazos a quienes queremos, la imposible reunión de amigos en torno a una barra, la negación absoluta a dar un simple paseo por las calles que nos gustan, de visitar a nuestros padres o hijos, de disfrutar del café y la tostada de nuestro desayuno mañanero en nuestro bar predilecto.

Mira que éramos ricos…
Por eso ahora, a escasas horas de que el Muñidor abriera el camino al
compás de la esquila de nuestra cita anual, de esas tres horas escasas en las
que acompañamos a nuestros Titulares, no nos importe que la verdadera
Mortaja sea la que envuelve el cuerpo de tantos miles de españoles a los
que esta peste renovada les ha robado la vida. De que nuestro lema, ‘Toma
tu Cruz, y sígueme’ sea propiedad de cuantos familiares y amigos han
perdido a su ser más querido. De que dichos familiares no hayan tenido
siquiera la oportunidad de velar a los suyos como sí la tuvo el Señor en el
misterio que representamos.
Quizás El de arriba nos haya encomendado otra tarea. No cabe en ella las
levantás o la música de Capilla. Tampoco el mirar siempre de frente o el
silencio más absoluto. Puede que la verdadera Estación de Penitencia venga
ahora. Cuando la miseria dé la cara y nos pongamos manos a la obra para
detenerla, y ahí, como otras veces, deberá estar nuestra Hermandad.
Porque mira que éramos ricos…

TOMA TU CRUZ Y SÍGUEME

Paco Illescas para MUNDO COFRADE ALGECIRAS

Mayordomo de Mortaja

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