Mensaje de Pentecostés, del presidente de la Hermandad Matriz de Almonte

«Queridos almonteños y rocieros, amantes de la Virgen.

Asistimos a un Rocío inédito y desconocido. A un Rocío que jamás nos contaron nuestros mayores y que quedará para siempre en los registros de nuestra memoria hasta el final de nuestros días para contarlo a nuestros hijos y nietos. Y que, ojalá, no tengamos que volver a vivirlo. En el que los cultos preparatorios de la Romería de Pentecostés se hicieron a puerta cerrada; las salidas de las hermandades se hicieron restringidas con las carretas que portan sus simpecados dentro de sus capillas; y los caminos de arena que cruzan Doñana hubieron de permanecer vacíos; o en el que la aldea bendita del Rocío se quedó esperando a la Pastora y vive estos días un silencio atronador.

Y, sin embargo, hemos llegado hasta aquí, después de hacer el más duro camino que hemos conocido: tras sesenta días de confinamiento, recluidos en nuestros hogares, bajo el temor del contagio a una enfermedad nueva letal, que han paralizado y puesto a la economía de nuestro país al límite, con consecuencias previsiblemente muy graves para empresas y familias; tras vivir la muerte traumática de más de 30.000 compatriotas, muchos de ellos rocieros como nosotros, que han partido a las marismas eternas; o tras constatar con estupor que un minúsculo organismo vivo ha paralizado al planeta Tierra, poniéndonos y postrándonos ante el espejo de nuestras limitaciones, que creíamos a estas alturas de la historia no existían ya para la raza humana. Hemos tenido que privarnos, incluso, de la práctica habitual de los sacramentos y del contacto visual directo con la que es la Reina de nuestros corazones, la Santísima Virgen del Rocío, en este año tan especial para Almonte, estando, en nuestro caso, tan cerca de Ti.

Pero todo, todo, no ha sido negativo. También ha servido para crecer en el amor a Ti y al Divino Pastor del Rocío, en esta larga parada reflexiva obligatoria, y para humanizarnos un poco más, comprobando nuestras infinitas limitaciones. Y todo eso nos trae también a este Pentecostés diferente, en el que nos hemos puesto en camino hacia Ti, a través de los latidos del corazón, que se han disparado en estos últimos días, en medio de un sinfín de recuerdos. Un Pentecostés para el que hemos engalanado nuestras fachadas, manifestando al mundo, que sin haberlo, hay Rocío, porque El Rocío habita en nosotros todos los días del año; y hemos preparado la celebración con iniciativas diversas promovidas por nuestras hermandades, acondicionando nuestros hogares para convertirlos en pequeños cenáculos en los que recibir el don del Espíritu Santo asociado a tu título mariano y a tu misión trascendental en la obra del Redentor del Mundo. Y lo hemos hecho renunciando a los signos que caracterizan a nuestra devoción, que es la exaltación de la socialización, de la alegría, de la hermandad, porque las circunstancias no lo han permitido, pero poniendo de manifiesto que lo fundamental y lo esencial eres Tú, por encima de todas las cosas. Porque Tú eres la Luz del Rocío.

Hasta aquí, hasta las puertas de esta parroquial de la Asunción nos llegan hoy el rumor de vuestros cantos alegres, de vuestros aromas diversos, del campo, de la mar, de la montaña, de los valles; de vuestros colores múltiples e intensos, de esos elementos que os distinguen en vuestros simpecados, en vuestras carretas, en vuestras insignias, en vuestros cortejos y os diferencian a cada una, enriqueciendo el conjunto, para hacer de este, el cortejo procesional con más garbo, señorío y belleza del mundo. Porque sabemos que todas, las ciento veinticinco hermandades filiales, incluida Linares, y sus asociaciones y hermandades ahijadas os habéis puesto en camino y hoy llegáis con paso firme a nuestro corazón y a los pies de la Madre. Aquí van a resonar aunque no estéis físicamente, vuestros vivas, van a llegar como si fuera un rompeolas vuestras súplicas encendidas, vuestras plegarias y oraciones envueltas en la emoción de todos los sábados de Pentecostés. Y aquí vais a recibir el abrazo fraternal de un pueblo y de una hermandad que se siente muy honrado por vuestro trabajo y por vuestro modo de venerar y de querer a nuestra Santísima Madre. A Ella le pedimos hoy salud para todos, descanso eterno para los difuntos de esta pandemia, consuelo para los afligidos y que siga siendo la fuente de nuestra fortaleza y de nuestra esperanza para poder vencer esta situación extraordinaria que estamos viviendo.

Hermandades, rocieros, bienvenidos a este Pentecostés diferente que nos invita a llenar nuestros hogares de Rocío, a vivir la nostalgia con la esperanza de que recuperaremos las vivencias pasadas, a llenar nuestros balcones de alegría, en forma de volantes, y a brindar, aunque sea virtualmente, con los amigos, y a esperar con fe esta nueva venida del Espíritu Santo que fecunde nuestros corazones con su Gracia infinita, y nos haga testigos activos de la Fe en este mundo y en medio de las circunstancias difíciles que nos han tocado vivir. Qué la Virgen os colme de bendiciones y que más pronto que tarde podáis venir físicamente a postraros ante Ella. Mientras tanto, hoy le gritamos al unísono, con el alma tensa, pero con confianza y rotundidad, a voz en grito, en homenaje a Ella y a los que nos enseñaron a quererla.

¡Viva la Virgen del Rocío!
¡Viva la Blanca Paloma!
¡Viva la Reina de las Marismas!
¡Viva el Pastorcito Divino!
¡Qué viva la Madre de Dios!»

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